¿Puede un error en una hoja de cálculo haber destruido casi por completo la economía de Occidente?
En esta era de la
información, los errores matemáticos pueden llevar al desastre. La Mars Orbiter de la NASA se estrelló porque los
ingenieros olvidaron hacer la conversión a unidades del sistema métrico; el
plan de la ballena de Londres de JPMorgan Chase salió mal en parte porque
quienes hicieron los modelos dividieron por una suma en lugar de por una media.
De modo que, ¿fue un error de codificación de Excel lo que destruyó las
economías del mundo occidental? Esta es la historia hasta la fecha: a
principios de 2010, dos economistas de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff,
divulgaron un artículo, Growth in a time of debt (Crecimiento en una época de
endeudamiento), que pretendía identificar un umbral crítico, un punto de
inflexión, para la deuda pública. Una vez que la deuda supera el 90% del
producto interior bruto, afirmaban, el crecimiento económico cae en picado.
Reinhart y Rogoff tenían
credibilidad gracias a un libro anterior admirado por todo el mundo sobre la historia de las crisis
financieras, y el momento escogido era perfecto. El artículo se publicó justo
después de que Grecia entrase en crisis y apelaba directamente al deseo de
muchos funcionarios de virar del estímulo a la austeridad. En consecuencia, el
artículo se hizo famoso inmediatamente; seguramente era, y es, el análisis económico
más influyente de los últimos años.
El hecho es que Reinhart
y Rogoff alcanzaron rápidamente un estatus casi sagrado entre los
autoproclamados guardianes de la responsabilidad fiscal; la afirmación sobre el
punto de inflexión se trató no como una hipótesis controvertida, sino como un
hecho incuestionable. Por ejemplo, un editorial de The
Washington Post de
principios de este año advertía contra una posible bajada de la guardia en el
frente del déficit porque estamos “peligrosamente cerca de la marca del 90% que
los economistas consideran una amenaza para el crecimiento económico
sostenible”. Fíjense en la expresión: “los economistas”, no “algunos
economistas”, y no digamos ya “algunos economistas, a los que contradicen
enérgicamente otros con credenciales igual de buenas”, que es la realidad.
La elevada deuda de Japón es consecuencia de la crisis, no su causa
Porque lo cierto es que
el texto de Reinhart y Rogoff se enfrentó a críticas considerables desde el
principio y la controversia aumentó con el tiempo. Nada más publicarse el
artículo, muchos economistas señalaron que una correlación negativa entre la
deuda y el comportamiento económico no significaba necesariamente que la deuda
elevada fuese la causa de un crecimiento lento. Podría ocurrir perfectamente lo
contrario, y que el mal comportamiento económico condujese a una deuda elevada.
De hecho, este es evidentemente el caso de Japón, que se endeudó enormemente
después de que su crecimiento se hundiese a principio de los noventa.
Con el tiempo, surgió
otro problema: otros investigadores, usando datos de deuda y crecimiento
aparentemente comparables, no fueron capaces de replicar los resultados de
Reinhart y Rogoff. Lo habitual era que encontrasen cierta correlación entre la
deuda elevada y el crecimiento lento (pero nada que se pareciese a un punto de
inflexión en el 90% ni, de hecho, en ningún nivel concreto de deuda).
Finalmente, Reinhart y
Rogoff permitieron que unos investigadores de la Universidad de
Massachusetts analizasen la hoja de cálculo original; y
el misterio de los resultados irreproducibles se resolvió. En primer lugar,
habían omitido algunos datos; en segundo lugar, emplearon unos procedimientos
estadísticos poco habituales y muy cuestionables; y finalmente, sí, cometieron
un error de codificación de Excel. Si corregimos estos errores y rarezas,
obtenemos lo que otros investigadores han descubierto: cierta correlación entre
la deuda elevada y el crecimiento lento, sin nada que indique cuál de ellos
causa qué, pero sin rastro alguno de ese umbral del 90%.
En respuesta a esto,
Reinhart y Rogoff han admitido el error de codificación, han
defendido sus demás decisiones y han afirmado que nunca aseguraron que la deuda
provoque necesariamente un crecimiento más lento. Esto es un tanto insincero
porque repetidamente dieron a entender esa idea aunque evitasen formularla
expresamente. Pero, en cualquier caso, lo que realmente importa no es lo que
quisieron decir, sino el modo en que se ha interpretado su trabajo: los
entusiastas de la austeridad anunciaron a bombo y platillo que ese supuesto
punto de inflexión del 90% era un hecho probado y un motivo para recortar
drásticamente el gasto público incluso con un paro elevadísimo.
Este fiasco debe situarse en el contexto más amplio
de la obsesión por la austeridad
Por eso debemos situar
el fiasco de Reinhart y Rogoff en el contexto más amplio de la obsesión por la
austeridad: el evidentemente intenso deseo de los legisladores, políticos y
expertos de todo el mundo occidental de dar la espalda a los parados y, en
cambio, usar la crisis económica como excusa para reducir drásticamente los
programas sociales.
Lo que pone de
manifiesto el asunto de Reinhart y Rogoff es la medida en que se nos ha vendido
la austeridad con pretextos falsos. Durante tres años, el giro hacia la
austeridad se nos ha presentado no como una opción sino como una necesidad. Las
investigaciones económicas, insisten los defensores de la austeridad, han
demostrado que suceden cosas terribles una vez que la deuda supera el 90% del
PIB. Pero las investigaciones económicas no han demostrado tal cosa; un par de
economistas hicieron esa afirmación, mientras que muchos otros no estuvieron de
acuerdo. Los responsables políticos abandonaron a los parados y tomaron el
camino de la austeridad porque quisieron, no porque tuviesen que hacerlo.
¿Servirá de algo que se
haya hecho caer a Reinhart y Rogoff de su pedestal? Me gustaría pensar que sí.
Pero preveo que los sospechosos habituales simplemente encontrarán algún otro
análisis económico cuestionable que canonizar, y la depresión no terminará
nunca.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel 2008.
El País digital. PAUL KRUGMAN 21 ABR 2013 - 00:01 CET
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